Parece
obligado decir algo sobre la nueva “Ley de Educación”, la de Wert, o la del PP,
o la de vaya usted a saber quién.
Pero me
tropiezo con tres grandes dificultades: de entrada, cada día me suenan a más
lejanos esos asuntos; por otro lado, todo lo que oigo (quizás estoy muy lejos
de donde se dicen otras cosas) son apreciaciones políticas de la llamada
“reforma”, de un signo o de otro (¿seguro que hay más de un signo?... sigamos
admitiendo que sí), de un nacionalismo o de otro; y, por último, dudo mucho de
la capacidad de las palabras, los pensamientos, las ideas, para cambiar algo de
lo que los intereses creados de los de siempre nos va imponiendo. Cada día es
más fácil y atractiva la “retirada al campo”.
Y, como
no acabo de resignarme, creo que hay un par de cosas que aún puedo-debo decir.
Como
muy bien decía el otro día la Letizia a propósito de la crisis (pero, ¿su lugar
no eran las reuniones para tomar el té de las 5?): en esto del lenguaje hay
mucho mamoneo. Comencemos, pues, por declarar que no se trata de una ley de
“educación”, sino de “enseñanza”, que son dos cosas, si bien complementarias,
muy distintas: a veces, opuestas.
Si
fuera una ley de educación, nos importaría un comino si más religión o menos,
si lengua de qué idioma, si cuántas mates, si los niveles se miden en dos o en
seis reválidas,… o sea casi todo lo que se discute en los medios.
Si es
una ley de enseñanza, ¡que levante la mano el que diga que no hay que pegar un
gran repaso a todo el sistema! Ahora bien, los que dicen que han metido ese
repaso casi con toda seguridad saben muy poco del asunto y ganan demasiado
dinero como para dejarlo en manos competentes. Que empiecen por determinar (los
que saben) los niveles exigibles para tener chavales preparados para
enfrentarse a esa parte de la enseñanza que dirige hacia la universidad o hacia
la empresa (o hacia ambas), para simplificar, y que midan los tiempos, los
lugares, los momentos,… Ayudando, dejando, animando, potenciando a cada uno de
los chavales, a cada centro, a cada grupo,…
Poco
más puedo decir yo ya. Porque, además, ya todo lo que diga es pasado y desde
fuera (aunque sea interesante). Pero, de momento, no me callaré del todo.
Así de
bonito estaba el río el otro día, aunque no haga un tiempo ni soleado ni
cálido:
Que no
es más que la vida que va a dar en la mar.
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