No se cuándo
se celebró el primer Ibilaldi. Bastaría una consulta (o un par de ellas) para
saberlo. Si sé que la de la primera vez que fui a hoy han pasado más de 20
años.
Desde
entonces vengo diciendo (y conmigo otra mucha gente o yo con ella) que esa es
una fiesta en la que el alcohol corre como los ríos en deshielo. Lo he visto
con mis propios ojos hace ya mucho. Y no son sólo los txabales los que beben.
Aunque también ellos, muchos de ellos.
Se decía
entonces, y se seguirá diciendo hoy, que eso pasa en este país en todas las
fiestas, que las ikastolas no tienen la culpa, que la culpa es de la sociedad
en la que vivimos y que “bueno, no es para tanto, un día es un día”.
Pues
respondamos: es una fiesta –dicen- que nace de la necesidad de mejorar la
educación en este país. Educación no rima con coma etílico. Dinero,
probablemente sí. Si para financiar la educación acabamos con la gente más
joven (acabamos es mucho), la colocamos en situaciones bastardas,… retiraos de
la educación.
La culpa la
tiene quien la tiene, o sea, nosotros. De ninguna manera esos señores de Madrid
o París. La culpa, digo, de que 31 personas (declaradas) lleguen al coma
etílico en una fiesta.
Y que esto
no es un día. Ya en mis tiempos había jaia de este mundillo durante 3 ó 4
domingos más o menos seguidos. ¿Cuántos son ahora?
No hay comentarios:
Publicar un comentario