Liquidación
final, de Petros Márkaris
Dios
mío! Lean, lean, vds.
Liquidación
final no es novela para sujetos impresionables, débiles de carácter o
pusilánimes.
Pero,
los indignados, hastiados, cabreados, sufridores de esta y otras crisis,
vapuleados, etc. tienen aquí la novela que se merecen.
Jaritos
(el comisario) se multiplica esta vez por tres (el mismo se llega a preguntar
dónde termina el policía y dónde empieza el
“ciudadano que se siente siempre
estafado”. No puede menos que enfrentarse con su triple condición de
policía, de ciudadano y de padre.
Es
testigo sufriente de lo que está ocurriendo en su país, en el nuestro, en
Europa, en el mundo; de esa realidad monstruosa que llamamos crisis, con
tentáculos económicos, políticos, sociales y hasta morales (sobre todo,
morales).
Sufre
en su propio trabajo los recortes económicos que la crisis –dicen- obliga a
imponer. Y, como padre que es, debe pasar el tormento de ver cómo su hija
decide emigrar. Como en otros tiempos, como siempre lo han hecho los griegos,
aunque ahora el tipo de emigrante ha variado: se trata de una mujer, con
estudios universitarios, que debe partir a África. Pero, el dolor es el mismo.
En ese
clima se va tejiendo la intriga policíaca con un final (como siempre) injusto
porque no debió existir el principio. Porque el principio nunca está en el
primero de los asesinatos.
Podrís
seguir comentando la novela y podría traer aquí muchas más “perlas” que las que
aparecerán a continuación. Pero no quiero dar pistas sobre la historia.
“- Papá, sé muy bien cuántos sacrificios te
costaron mis estudios. Sé que contabas hasta los céntimos para que yo pudiera
terminar mi doctorado. No soporto que vosotros (los padres) y Fanis (su marido) sigáis
manteniéndome. Ya no soporto acostarme cada noche y levantarme cada mañana
sintiéndome culpable. Tú me lo has dado todo, pero este oaís no me ofrece
nada.”
“Si fuéramos por ahí cargándonos a los que
defraudan al fisco, la población de Grecia quedaría reducida a los empleados
públicos, a los asalariados privados, a los desempleados y a las amas de casa”.
“Somos Marina y Yannis. Marina hizo el
doctorado en psicología y yo tengo un máster en historia. Hace cinco años que
estamos juntos. Queremos casarnos, pero ninguno de los dos tiene trabajo.
Marina trabajaba como colaboradora externa en una fundación hasta que la
despidieron. Yo nunca pude encontrar un empleo. Nuestros padres ya no pueden
ayudarnos. Mi padre tuvo que cerrar la zapatería[…] y el padre de Marina perdió
su empleo cuando la empresa quebró. No encontramos trabajo, no podemos vivir
juntos y nuestros padres no pueden mantenernos. Sólo nos queda[…] ¿Qué es lo único que les queda?
Ese será el camino que sigan.
“Si a vosotros (los policías) os han recortado los sueldos y os han
quitado los suplementos, ¿te imaginas cómo debe ser la comida en la cárcel?”
“- ¿Qué pensabas, que te ganarías el ascenso
por tus méritos? ¿Acaso has conseguido así alguno?
Al final me convencerá de que la única manera
de conseguir un ascenso en la administración pública griega es no hacer nada, y
eso el ministro acaba de servírmelo en bandeja”
“- Cogeré el autobús.
- Sé
que hoy no están de huelga, porque es domingo.”
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