Nos ha llegado esta semana una buena noticia. Hemos
ganado aunque sólo sea una batalla.
Hagamos un poco de memoria. Aunque yo no lo tenga
muy fácil, es posible que entre varios situemos el episodio correctamente. Que
aquello que dura en el tiempo y se prolonga un poco (además de hacérsenos
normal = bueno) a veces se nos escapa de los límites del recuerdo y no lo
acabamos de comprender en su justa medida.
A mediados del 2010 la patronal nos comunicaba que
(a semejanza de lo que había hecho el Gobierno Vasco con sus funcionarios) nos
disminuía el sueldo que marcaba el convenio. Un 5%.
Los trabajadores siempre hemos tenido dos armas (y
creo que sólo dos) para defendernos de la arbitrariedad de la patronal:
la lucha y su concreción legal, el convenio. Y nuestra patronal lo rompía
unilateralmente en un pulso de fuerza cuando nuestra lucha era posiblemente la
más baja en mucho tiempo. Y lo hacía donde más duele: rebajando los sueldos.
Su arbitrariedad era patente. Pero, ¿sería también
impune?. Acudimos a los tribunales (todavía debe quedar alguno por ahí) y esta
vez nos han dado la razón. No se puede romper un convenio unilateralmente. Si
se pudiera, ¿para qué serviría?, ¿a modo, digamos, de “código de buena conducta”?.
Imaginemos (sólo por imaginar): a los patrones la
cosa (¡qué delicia de imprecisión!, gracias Susaeta) les va muy bien (no hacía
falta soltar mucho la imaginación) y los trabajadores, unilateralmente, deciden
que los lunes no van a trabajar. Entonces, ¿qué?
El dinero era y es nuestro. Es nuestro sueldo. No se
cuándo ni cómo lo cobraremos. Ni siquiera sé si lo cobraremos. Pero es nuestro.
Que quede claro.
Y mientras, el Bilbao Basket
sigue bordándolo y los parlamentarios con una dieta mensual de más de 1800
euros para que puedan vivir en Madrid (aunque alguno sea de allí y otros tengan
tres pisos en la capital)
Buena semana.
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