Hoy en el
periódico, de nuevo una página entera llena con dos noticias sobre educación.
Bueno, mejor dicho, sobre la organización administrativa de la enseñanza. Que
no es lo mismo.
De nuevo
suenan tambores de guerra entre los sindicatos y llamadas a la huelga del
personal trabajador en la enseñanza. Mi memoria aún recuerda que, salvo algunas
“fantochadas” de los sindicatos, la mayoría de las convocatorias a una huelga
eran muy serias, señal evidente de que las cosas ya no podían seguir así,
después de mucho aguantar.
Y si los
docentes llegaban a la huelga, aquello no era un juego de niños. Era aquella
una decisión muy complicada y difícil de tomar. Los alumnos no se quedaban sin
clase por cualquier cosa.
Hoy
reconozco que ya no tengo datos, ni los busco. Que me conformo con poco más de
lo que cuenta la prensa y que me suena lejano el problema. Pero, supongo que
las posturas no habrán variado demasiado.
De nuevo los
padres ponen en duda las decisiones de la Administración y levantan su voz y
sus quejas. Esta vez en Portugalete, en la pública, y porque a sus hijos de 4 y
cinco años, por una parte, y de 9 y 10, por otra (calculo) los quieren juntar
en el mismo aula.
Los viejos
recordamos –dicen- cosas muy “extrañas”. Así que en seguida me ha venido al
recuerdo mi primera escuela. Yo comencé (nunca ya estaré seguro) a los tres o a
los cuatro años (lo que no era nada habitual entonces) por privilegios (?) de
la amistad: mis padres y las maestras eran amigos. Aunque supongo que en aquel
barrio, en aquellas fechas, todos se conocían y todos podrían disfrutar de
semejantes privilegios (?).
En aquella
escuela, desde el comienzo hasta los 14 años había tres “grados”, tres maestras
y tres aulas, que se repartían no sé cómo los alumnos y alumnas (era mixta).
A los diez
años yo había pasado por dos de aquellas etapas y, para hacer bachiller, fui a
un colegio (privado), en el que los alumnos que no cursaban bachiller se
repartían en cinco grados que cubrían toda la edad escolar (las clases ya no
eran mixtas).
Aquella
primera escuela de barrio (que creo recordar era privada – por supuesto, de una
empresa: La Naval), muy semejante a las que ahora funcionan en ámbitos rurales,
¿era desdeñable?. Voy a ir más lejos: ¿era menos adecuada para la educación
que las “normales”, las que estamos acostumbrados a ver?
Lejos de mí
reivindicar situaciones pasadas que han sido mejoradas a partir de la lucha de
padres y profesores. Lejos de mí suponer que el pasado fue mejor y que los que
hoy protestan son unos vociferadores sin cabeza.
La
organización escolar ha mejorado con el tiempo. Pero, posiblemente, en algunos
aspectos, su evolución no es, del todo, la deseable.
Cuando
imperativos económicos “obliguen” a tomar decisiones que recortan lo que se ha
adquirido a lo largo del tiempo, es necesario hacer que los recortes se dirijan
a los aspectos más negros de nuestra sociedad (ejército, grandes fortunas, …)
y, al mismo tiempo, despertar la imaginación y trabajarla para conseguir lo que
de verdad importa: que nuestros niños crezcan en libertad, en amistad, en
disfrute de la vida, en comprensión, en compromiso, en… , aunque tarden un poco
más en llegar a la trigonometría y el análisis lingüístico.
Buen finde para los que estáis en ello
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