Quizás alguno de
vosotros recuerde aquel: “aquí […] llama un vecino y te cierra un local”, que
motivó la entrada de mi blog del 19 de mayo del año pasado (soy un poco
presuntuoso) y mi decisión inamovible de “no te voy a votar a ti ni a tu
partido, por permitirte estar ahí, hasta que la distancia entre mi casa y los
seis “bares de abajo”, incluido pub con derecho a conciertos, sea la
misma que hay entre tu casa y los consiguientes bares y pub”.
Pues bien. Esta
noche he recordado aquella entrada de mi blog (y cuidado que tengo una memoria
torpe). Más en concreto, me he acordado dos veces durante la noche del hoy coordinador
de Políticas de Movilidad, Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Saludable del
Ayuntamiento de Bilbao.
La primera de
ellas hacia las dos de la mañana, la segunda hacia las cuatro. Y perdonadme que
no sea más exacto porque las circunstancias no eran las más apropiadas para ser ni objetivo, ni cuidadoso con los
detalles. No os resultará muy difícil disculpar esta falta de precisión, como
tampoco os lo será imaginar en qué términos “cariñosos” me he acordado de él.
Vamos que, casi
debajo de mi casa, enfrente justo de una magnífica plaza para fumar en las
noches agradables de cualquier fin de semana, mientras te tomas algo y dado que
dentro del bar no se puede fumar, casi debajo -decía- hay uno de eso bares con
conciertos en directo. Uno de esos lugares indispensables para que el turismo
llegue a Bilbao, para que los jóvenes de la ciudad no tengan que marcharse a la
cama temprano, para que la cultura (sexo, drogas & rock-and-roll) empape el
tiempo de ocio de nuestros conciudadanos, para que el negocio aflore y
contribuya a que nuestra ciudad sea más europea, para que se priorice el
Ambiente a la Vivienda.
A eso de las dos
ha debido tener lugar un breve receso para salir a fumar y para que los
concertistas se tomen algo. Y sobre las cuatro ha debido acabar la audición
musical de las singulares guitarras, batería…
Así que a eso de
las dos, primero, y segundo sobre las cuatro, una porrada (todos los que
tratábamos de dormir en el entorno de la plaza) de aburridos contribuyentes,
ciudadanos no concienciados, hemos debido soportar bellas canciones cantadas a
coro, gritos, alguna carrera, llamadas… y la extraña sensación de no comprender
(y hasta maltratar… de pensamiento) a nuestro electo edil.
Ah! dormir en el
pueblo.
También allí de
vez en cuando los perros nos dan la noche… pero yo no he elegido a ningún edil.
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