Autor de
Bilbao (bueno, de Basauri para ser más exacto, que a mí siempre me ha molestado
que digan que soy de Bilbao), nuevo detective, más exótico aún si cabe, Bilbao,
San Francisco y alrededores siendo más preciso, como marco del relato, novela negra
¿vasca?. ¿Qué más le puedo pedir a una novela para metérmela entre pupila y
pupila?
Pues,
quizás, hubiera podido pedir un poco más de calidad y de interés, un poco menos
de simpleza y “folklore”, un poco más de “literatura”.
Junte usted
cuatro tópicos sobre la novela negra y sus detectives, cuatro tópicos sobre la
inmigración y otros cuatro sobre la prostitución. Añádale cuatro simplezas
sobre el carácter de los vascos, su generosidad y su cachondeo de vida, cuatro
rasgos cogidos con pinzas sobre la historia de los ahora barrios bajos de
Bilbao (que no siempre), ponga un poco de salsa del Athletic y trate de
mezclarlo con un poco de crítica a los malos de siempre y, en este caso, a la
ertzaintza (y la policía nacional), empaquételo en una cierta pretensión de
doblar los sujetos que relatan (el “detective” y el “controlador de las
cámaras”, dios supremo que todo lo ve, lo vigila y lo sabe).
Cuando tenga
los ingredientes listos puede usted escribir “19 cámaras”, tal como lo ha hecho
Jon Arretxe. O algo que no se aleje mucho.
Dudo que me meta con la segunda entrega de Touré, el detective negro sin papeles. Y no será por racismo.
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