Por épocas, temporadas, momentos… este blog padece un
cierto languidecer: temático (¿qué más se puede decir?; ¿no está ya dicho,
vanamente, casi todo? Y las dos últimas novelas empezadas dejadas antes de la
página cuarenta), de autor (metido “en el mundo de la huerta”, en el campo,
lejos de la “ciudad”, lugar de la educación o la política) y (sospecho) hasta
de lectores (los que me constan como tales disfrutan de su merecido verano y no
estarán para “tonterías”).
Por eso, de vez en cuando, como queriendo salir de su
decaimiento, exprime las pocas situaciones
o ideas “nuevas”, en la sospecha ¿ingenua? de que esas gotas de zumo
contribuyen o pueden hacerlo a perfilar el mapa de la realidad, que siempre es
demasiado poliédrico.
Larga introducción para contar que durante algo más de
cuatro meses he sufrido (he tenido que sufrir) las incomodidades, y a veces
dolores, de una inflamación en la base de uno de los dedos de mis manos. Pero,
lo bueno será contar su “desarrollo médico”, que es lo que da juego.
Hace como tres meses, en una de las revisiones periódicas
que le hacen a mi espalda, aproveché que estaba con el traumatólogo para
contarle que llevaba un tiempo con molestias en la mano. Me la miró, me tocó, y
dijo:
- Tienes una inflamación. Tendrán que infiltrarte. Y si
no da resultado, operarte. Vete al médico de familia.
Y fui. Y me miró la mano, la toco y dijo:
- Tienes una inflamación. Tendrán que infiltrarte. Y si
no da resultado, operarte. Te mando al traumatólogo.
Casi tres meses después, llegaba el momento de mi cita.
Me miró la mano, me la tocó y me dijo:
- Tienes una inflamación. Te voy a infiltrar. Y si no da
resultado, ya veremos.
Y preparó una jeringuilla, me infiltró. Y aquí estoy. No
se cuál será el resultado. De momento es positivo.
La cuestión es el protocolo. Estoy absolutamente seguro
de que los tres profesionales que han visto mi mano inflamada han obrado
correctamente. Lo han hecho bien, bien… conforme a lo que les marca un
protocolo (que no conozco y que tendrá sus razones).
Y ahora ¿esto a quién se lo cuento? ¿Al departamento de
atención al paciente? ¿Hay lugar para este tipo de comunicaciones? ¿Dónde harán
caso y tendrán en cuenta que hay medidas que no piden mayores desembolsos, sino
organizaciones más eficaces?
También de esto tratará, o debería tratar, (creo yo) la
política. No la de las grandes declaraciones ni la de las leyes de gobierno,
sino la de atender, desde cualquier ideología o partido, desde cualquier “sentido
común”, a las pequeñas necesidades (esas que te tienen durante cuatro meses con
la mano dolorida y que, en principio, se solucionan con un pinchazo que es
menos molesto y más rápido que sacarte sangre para un análisis y que se
diagnostica con una mirada, un leve tocamiento y un par de preguntas sencillas
al paciente).
También debería tratar de crear los mecanismos para que cualquier ciudadano
pueda ayudar, exprimiendo la realidad, a crear un mapa que la refleje con la
mayor exactitud posible.
Incluso desde la huerta. O haciendo un alto, para
dedicárselo a la ciudad, que era el lugar de las tres consultas.
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