“La tierra estaba de antes, señor
[…]
Porque
la tierra entera pertenece a la noche,
Pertenece
al que sabe celebrar la alegría de ver crecer las plantas,
al cómplice del sol,
al
sembrador callado que pone la semilla como un semen dichoso y espera,
lentamente,
el milagro del agua.
La
tierra estaba de antes, señor”.
Con el recitado de esta
estrofa, introducían Gauchos-4 “A desalambrar”. El resto de la canción os
sonará muy conocida. ¿O ya no?
En verano, cuando salgo a
hacer senderismo (o sea, a dar un paseo más largo de lo habitual) solo o con
alguna perra, me entra la nostalgia de repasar viejas canciones, de aquellas de
los años mozos, cuando las canciones estaban plagadas de ingenuidad
(¿ingenuidad?), cuando se pedía libertad, tierra, y se exigía dignidad, cuando
los americanos eran yankees (de los de “go home”) y todo servía para plantar
cara (sin que te la rompieran) al franquismo, el de Franco y de algunos más.
Cuando cualquier rima nos
parecía que formaba una bella y sonora estrofa que podía ponernos en pie y
sentirnos un poco más importantes. Cuando casi todo lo que cantábamos venía de
Latinoamérica: Gauchos, Calchaquis, Inti-Illimani, Mercedes Sosa, Parra(s),
Quilapayún, Larralde, Claudina y Alberto
Gambino… Y no olvido a Víctor Jara, pero a mí no me gustaba o me gustaba muy
poco.
Bueno, en el paseo de ayer
le ha tocado a Gauchos-4.
A la tarde en el pueblo se ha
armado una buena. Villatomil tiene mucha agua (o eso dicen), tanta que regala
una parte a Medina y, en reciprocidad, sus vecinos no pagan por la que
consumen.
Es fácil deducir que aquí
todo el mundo “tira” todo el agua que necesita y más: consumo en casa, “piscinas”,
huertos,… Sobre todo mucho riego.
Pero, Villatomil es un
pueblo en cuesta. Y el depósito de agua no tiene la suficiente presión como
para que el líquido llegue a las casas de arriba, si las de abajo abren el
grifo a caño completo y riegan, y riegan y riegan. Y los vecinos que no reciben
un agua que existe en abundancia, de vez en cuando, montan en cólera y se puede
organizar una buena.
Cuando, como ayer, se junta
algún problema añadido (que no he llegado a comprender, así que no lo puedo
explicar) y los “vecinos de las casas de arriba” se tiran día y medio sin ver el agua, mientras más abajo se riega
y se riega y se vuelve a regar… Pues eso, que pueden saltar chispas.
El campo – me parece – tien más
que ver con los mitos que la ciudad. Así que ayer por la noche, una vez, más,
volvía yo a pensar en la tierra y el agua (después de pensar todo el invierno
en el fuego, y cuando uno respira tan bien que no piensa jamás en el aire). ¿No
es la historia del hombre una continua lucha –hasta la guerra- por el agua y la
tierra.
Si lo es, que nos sacudan de
nuevo las ingenuidades de los años setenta. Y si no lo es, esta entrada servirá
para recordar las palabras de Gauchos-4 con las que empezaba, y las que me
comía, para dejarlas ahora:
“La
tierra estaba de antes, señor.
Entonces
la tierra no era buena ni mala.
Y
digo que no es cierto que puedan alquilarla,
Que
le alambren el torso,
Que
le vendan la espalda.”
A
desalambrar.
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