Me parece que no
merecería la pena perder el tiempo en reflexionar y escribir sobre “Huesos en
el jardín” de Henning Mankell, su última publicación en castellano. Pero, como
supongo que algunos de vosotros seguisteis la historia y los casos de Wallander
con el mismo interés que yo, no estará de más que alguien os prevenga… antes de
gastaros no sé cuántos euros.
“En principio,
Huesos en el jardín es una novela corta que se editó para el público de los
Países Bajos en el año 2004 como obsequio a los lectores que adquirieron
novelas del autor”, leo en Internet.
¿Qué interés habrá
podido tener Mankell en permitir que se publique este “libro extraviado” y
encontrado años después de acabar con la serie de Wallander? De los intereses
que mueven a sus editores no tengo ninguna duda: aumentar la cultura de los
lectores. No nos vaya a faltar algo.
Esta es, para ser
benévolo, una “novela menor”. Y no sólo por lo que pueda significar en el
desarrollo de la serie, sino en su consideración de novela, sin más, novela sin
adjetivos.
Se lee rápida y
fácilmente. Y ya está; no hay nada más: una investigación detallada que apenas
logra interesar y ninguna incursión en la sociedad sueca del 2002, año en el
que ocurre la acción. O muy poco más.
Puntualizo: “ni
como novela, sin más, sin adjetivos”. Y es que esta semana he asistido en
Bilbao a una tertulia literaria sobre “Máscaras” (ya sabéis: de Leonardo
Padura). Y en ella, en la tertulia, he “aprendido” (quizás mejor recordado)
tres cosas:
Lo primero de todo,
que en un ambiente de lectores experimentados y “empedernidos”, casi nadie era
lector de “novela negra”. ¿Por qué?
Además, casi todo
el diálogo giró en torno al “adjetivo” (“subgénero literario”?) negra. En lugar
de insistir y profundizar en el hecho de que “Máscaras” es una gran novela.
Así, sin adjetivos. Si yo os explicara por qué…
Mi tercera
reflexión tiene que ver con esa especie de minusvaloración (¿me permitís
llamarla “analfabeta”, porque se basa en la ausencia de lectura y escritura?)
de dicho “subgénero”. Es, posiblemente (aunque a mí me duela más), la misma que
se incluye al catalogar a una novela como histórica, bélica, de amor, de
ciencia ficción… Por el contrario, hay otras novelas que nadie cataloga, a las
que nadie les añade un adjetivo. Y esas sí que son novelas. ¿Olvidamos que El
Quijote es una “novela de caballería”?. La explicación, en buena medida, está
en el analfabetismo, del que hablaba un poco antes.
Quizás, los que
amamos el “negra” de la novela, tengamos que dejar de hablar de Padura,
Markaris, Vázquez Montalbán, Hammett, Thompson, y tantos otros, como “negros”,
para llamarles simplemente novelistas. Quizás así algunos lectores con
prejuicios llegarían a disfrutar de auténticas obras literarias.
Así ha sido la primera nevada de la temporada en Medina. Y aún era 15 de noviembre.
Mejor sigamos poniendo el adjetivo no vaya a ser que nos confundamos y nos dé por leer "cualquier cosa"
ResponderEliminar¡¡Pobre Noa con ese plexiglás!! ¡¡Abrigadla, leche!!