“Todo pensamiento acaba siendo convertido en mercancía para su propio beneficio por los comerciantes de ignorancias.”
“Aquello que pudo
ser revolución contra lo establecido se va convirtiendo en otra forma de lo
establecido, de una costumbre llamada ignorancia.”
Y desde este supuesto doble, que es uno solo,
María de Magdala va desgranando su vida y la vida pública de Jesús el Nazareno.
Realmente es Cristina Fallarás, disfrazada de
la Magdalena la que reescribe el evangelio, desde una perspectiva feminista,
sin evitar la polémica (en la que supongo se verá envuelta su novela en no mucho
tiempo. A no ser que, los que pueden seguir creando ignorancia, consigan que
pase en silencio), de forma tan combativa como poética.
No es una novela fácil. Aunque yo la he leído
en dos “asaltos”, es una novela de lectura pausada, compleja y pensada. Es una
novela complicada, que, a lo peor, no removerá nada porque lo que trata de
remover necesita mucha más “dinamita” que una simple novela.
Se trata de eso: de una novela. Al menos así
lo ha querido su autora que, de ninguna manera, se ha enzarzado en la construcción
de un ensayo riguroso y sesudo. Se trata de una novela de grata lectura, de una
novela digna porque hay asuntos que se pueden tratar novelando.
Ella toma partido sobre cuestiones nada
baladíes: quién fue y qué pretendía Jesús el Nazareno, quiénes eran y qué
pretendieron sus discípulos. Cómo y por qué se empieza a formar una iglesia. La
misma que sigue existiendo sobre la base de Simón Pedro.
Cristina Fallarás no ha defraudado nada la
curiosidad que despertó en mí cuando vi su novela en los escaparates. Tampoco
mi consideración de que escribe muy bien.
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