Resulta paradójico,
cuando aún no hemos salido de esta última por ahora profunda crisis económica,
cuando ni siquiera estamos seguros del momento en que empezaremos a salir ni de
cuántos y quiénes se quedarán en ella, resulta paradójico, digo, pensar en la
“sociedad de la abundancia”.
Y, sin embargo, fue
algo que dio mucho que hablar no hace tanto tiempo. Yo ya era mayor cuando se
hablaba (hablábamos) de ello.
Posiblemente la
mayoría de los que leáis esto podríais “confesar” conmigo que tenemos más
jerséis y zapatos que los que nos va a
dar tiempo de romper antes de comprar los siguientes (O sea, que tendremos que
tirarlos a la basura o almacenarlos hasta la próxima mudanza). Seguro que en
casa hay vajilla para las mesas de varios vecinos; papel de escribir para
llenar hasta las memorias de nuestros nietos; comida para varias semanas;
“juguetes” para llenar más horas de asueto-vacaciones que las que vamos a gozar
antes de la jubilación;… Y así otros muchos cachivaches.
No obstante, hoy el
recuerdo me ha venido por otro camino. Leía el periódico y me he encontrado con
que Isabel Allende ha vuelto a publicar. No lo hubiera sospechado. La noticia
ha sido grata porque su escritura siempre me resulta placentera.
Así que me he
encontrado abriendo una carpeta de notas que se titula “pendiente” y que me
acompaña en el móvil. Como otras muchas veces, guardaría así el autor y el
título.
En esa carpeta hay
otros títulos y otros autores y en mi ebook muchas más novelas “pendientes” que
las que pueda leer antes de que mis ojos se cierren para siempre.
Y en mi disco duro
hay mucha más música que la que una emisora pueda ofrecer a sus oyentes durante
un mes entero sin repetirse; más fotos “familiares” que las que las que mi
familia soportaría en muchas sesiones sin mandarme a paseo; películas sin ver
como para estar proyectando sin parar de aquí a la primavera.
Y he renunciado a
almacenar cualquier juego electrónico que no sea un ajedrez (por si un día me
diera por ahí), un mahjong, y un par de solitarios con los que matar el tiempo
de vez en cuando.
O sea que hay
abundancias y abundancias. Y también hay quienes como aquel que hizo un master
sobre diferentes maneras de matar el tiempo y tuvo que repetir el curso… porque
el tiempo seguía vivo.
¿Habrá en algún
lugar abundancia de tiempo?
Os regalo un par de
fotos: un atardecer y un amanecer.
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