No consigo que este moribundo blog
termine su vida de una vez por todas. La pena puede conmigo. Así que aquí
estamos.
A la pereza, cada vez mayor, de este
bloguero, cada vez mayor, se añaden temporadas en las que escasean los
estímulos directos.
Los comentarios de actualidad que uno
haría los encuentra ya escritos en otros blogs, en otros periódicos, o en los
comentarios que se abren para que los lectores dejen sus opiniones. Nada nuevo
que decir. Si ya está ahí, ¿para qué te vas a molestar en escribirlo también
tú?
Si en esos momentos los estímulos
tampoco llegan desde las novelas que uno lee…
Las últimas lecturas, después del
descubrimiento de Carlos Bassas del Rey, que se produjo hace ya más de dos
meses, han sido muy poco estimulantes.
“La lengua de los secretos”, de Martín
Abrisketa; “Y después” de Guillaume Musso, “Dime la verdad” de Tess Gerritsen; “La
impaciencia” de Stefan Zweig; “Las dos ancianas” de Velma Wallis pasaron con
más pena que gloria.

Si acaso, reseñar brevemente “Las
flores no sangran“de Alexis Ravelo. Es una novela ágil, llena de suspense, con
un relato que se retuerce una y otra vez y con la novedad de la geografía de
Gran Canaria. (O sea, que esta vez, más que otras, no tenemos ni idea de por
dónde se mueve la acción,
Por otro lado, he releído alguno de los
clásicos de la novela negra: “El largo adiós”, de Raymond Chandler y “Por amor
a Imabelle”, de Chester Himes. Difícil. Claro está que Marlowe o Ataúd Ed
Johnson y Sepulturero Jones nos defrauden a estas horas. Si estáis en caída
libre hacia el aburrimiento de leer siempre lo mismo, los clásicos son una
buena escalera para remontar y coger aire.
Tardaré menos en la siguiente vuelta.
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