No
sé si será muy correcto “fusilar” aquí textualmente una noticia de un
periódico. Espero que lo que sigue merezca arriesgar la posible falta de apropiación
de algo que no es mío. Supongo que Eva
María Romero me lo permitiría.
El
texto que sigue está textualmente tomado de “Eldiario.es – Andalucía” y yo lo
leí en la noche de ayer. Viene bajo el epígrafe: “La carta de una profesora de
Instituto que está harta”. Lo copio sin más comentarios:
Intervención
de Eva María Romero Valderas en el claustro de profesores del 17 de enero de
2017 del IES Isidro de Arcenegui de Marchena:
Vayan por delante dos premisas:
1ª: No tengo nada en contra del Equipo
directivo. Esto que voy a decir a continuación no es producto de una situación
puntual que deba resolverse con una modificación del Plan de Centro ni nada
parecido. Sí quiero que conste en acta.
2ª: Esto que voy a hacer ahora se llama
arenga: discurso militar para enardecer a las tropas antes de entrar a la
batalla.
¡Ya estoy harta!
Ya está bien señores de seguir
aguantando.
Yo no estoy aquí para aguantar, y
utilizo las palabras textuales que un padre me dijo por teléfono cuando lo
llamé para que corrigiera la actitud de su hija, que no me dejaba hacer mi
trabajo.
A mí, que yo sepa, me pagan para
enseñar, no por aguantar.
Harta de la sociedad, que encumbra a
seres que presumen de su ignorancia, que valora a un futbolista o a un ‘nini’
más que a una persona con estudios, respetuosa y educada. De los programas de
televisión, que presentan como modélicos a aquellos que sin estudios y sin
sacrificio alguno se han colocado ganando un sueldazo por criticar, acostarse
con, comprar en…
Estoy harta de aguantar la mala educación con la
que llegan, cada vez en mayor porcentaje, los niños al Instituto. La falta de
consideración, no digo ya de respeto, hacia mi persona cuando entro en las
clases, que parece como si entrara el viento por la ventana.
Harta del proteccionismo de los padres, que
quieren que sus hijos aprueben sin esfuerzo y sin sufrir, sin traumas… De la
falta de valoración del esfuerzo que sí hacemos nosotros.
Harta de la Administración, que cambia las
leyes y la normativa que rige en mi trabajo sin preguntarme qué opino y sin
darme formación para hacer bien mi nuevo trabajo. Que me coloca dos horas más
en el horario lectivo y me explota laboralmente, porque yo, en los últimos
años, lo único que hago es trabajar, trabajar como una posesa. Ya, hasta mis
hijos me lo dicen.
Ahora dicen que nos van a devolver esas
horas, ¿sabéis donde nos la van a devolver? En el horario irregular que
dedicamos en casa, el que nadie ve. Yo tardo cinco horas en corregir 30
exámenes de 1º de Bachillerato, entonces ¿ya esa semana no doy ni una hora más
en casa, no? Ya no programo, no preparo mis exámenes, no me actualizo para
utilizar la Tablet (que me he comprado de mi bolsillo para trabajar mejor), ni
para saber utilizar la plataforma digital del Centro, no relleno informes de
faltas, no redacto actas…y un largo etcétera de tareas invisibles.
El colmo es que algunos de nosotros nos
hemos planteado pedir reducción de jornada, cobrando menos, para hacer bien
nuestro trabajo. Pero, ¿adónde vamos a llegar? ¿En qué trabajo se hace eso?
¿Dónde se ha visto renunciar a tu salario para dormir con la conciencia
tranquila? Esto no pasa en ningún lado.
Y encima de todo hay que aguantar
"¡Qué bien viven los maestros!" Porque para la sociedad somos unos
privilegiados que "no damos un palo al agua".
Las 67 propuestas de mejora de la
Educación famosas no vienen sino a machacarnos todavía más. ¿Qué vamos a hacer
cuando a un alumno no lo podamos expulsar unos días por mal comportamiento?
Además, tampoco está bien visto que lo pongamos a barrer o hacer tareas para la
comunidad… el padre no quiere que humillemos a su hijo. Pues yo creo que
debemos imbuirnos de la gracia del Juez Calatayud. Autoridad somos igual que
él. Ejerzamos nuestra autoridad, es lo único que la ley nos reconoce, hagámosla
efectiva.
Tenemos que hacernos oír, actuar como
colectivo, no irnos quejando por los rincones, a escondidas, que parece que nos
da vergüenza. Así no se nos oye fuera. Gritemos nuestro inconformismo, no
podemos seguir así, exijamos nuestros derechos como trabajadores, que parece
que todo el mundo tiene derechos menos nosotros.
Enseñamos a nuestros alumnos para ser
críticos, mentes libre pensadoras que puedan elegir y discriminar lo que les
conviene de lo que no, y nosotros somos los primeros aborregados, no hacemos
nada, seguimos agachando la testuz para que el yugo nos caiga con más fuerza.
Yo así no aguanto más, vosotros haced lo
que queráis. Llevo 19 años en la docencia, tengo 45, a lo mejor es mi crisis de
la mediana edad... pero, si algo me han dado los años es valor, no tengo miedo,
y, como me aprieten más el tornillo, saltaré como un resorte. Solo quiero
avisar: de aquí en adelante no pienso quedarme callada ‘por educación’.
Contestaré en el mismo tono y con la misma contundencia que se me trate.
A mí me gusta enseñar y transmitir. Me
gusta el trato con los alumnos, los quiero y animo. Me considero un motor
social de cambio, una fuerza generatriz. No soy un burro de carga dispuesto a
aguantar hasta que reviente.
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