No hace mucho tiempo, posiblemente nI un mes, murió
Rafael Chirbes, premio nacional de la crítica 2007 y 2014 y premio nacional de
Narrativa 2014.
Ya hace más tiempo que yo había tenido referencias sobre él, aunque no consigo recordar de dónde las había sacado. Decían que era un
gran novelista que, entre otras cosas, había escrito la mejor novela sobre los
orígenes-razones-historia que llevaron a España a la crisis que todavía
padecemos (“Crematorio”) y la mejor novela sobre la España en crisis (“En la
orilla”)
Hace unos meses empecé a leer “En la orilla” y me
quedé a medio camino. Con la fuerte sospecha de que las razones por las que la
novela y yo no acabábamos de enganchar
no estaban tanto en la novela como en el tiempo que yo vivía en ese
momento. Hoy aquella sospecha es casi una certeza segura.
Cuando Chirbes murió, pensé que le debía una, que tenía
que leerle. Posiblemente con el sobreinflujo de lo que entonces se dijo sobre
él, como novelista y como persona. Así que en cuanto se abrió un ratito en mi “agenda”
me lié con “Crematorio”
Y ha merecido la pena. Es una gran novela, una
grandísima novela, pesimista (¿nihilista?) como no podía ser otra cosa, dura
porque no deja títere con cabeza, ni individuo ni institución, densa como
pocas.
Un solo “pero”. Su lectura, en muchos momentos no es
nada fácil. La dificultad proviene de la cantidad de cultura-conocimientos que
exhibe y que, por momentos hace que su comprensión requiera estar más o menos
empapado de historia, de arte, de literatura, de arquitectura, de economía, de
filosofía y hasta de teología.
No es lectura para “matar el rato”, quizás no lo sea
para estas fechas del año y haya que esperar al otoño bien entrado o al
invierno. Pero es lectura para no perdérsela. De momento yo no tardaré en
volver a “En la orilla”.
Os dejo tres trocitos, dos porque tienen que ver con
la educación y porque con ellos solos se podría organizar un simposio, y un
tercero que tiene que ver con mi pobre memoria. No está mal tomarse algunas
cosas con un poco de chirigota.
“No sabemos lo que
guardará la memoria. La cabrona memoria: un guardia municipal que dirige el
tráfico a su antojo, que da paso a los vehículos a su arbitrio, sin tener en
cuenta las necesidades circulatorias de la ciudad; o que a lo mejor se comporta
con esa apariencia arbitraria precisamente para guardar un orden secreto, que
desconocemos, que no somos capaces de percibir”
“Una educación exigente
y de mala calidad acaba siendo una bomba de relojería”
“A M. le entraban ganas
de llorar. Profesores para quienes es más importante ser brillantes que
verdaderos, que inhabilitan un razonamiento que no les conviene porque
descubren un error intrascendente en un dato, o en una fecha. Y aprovechan para
abalanzarse como buitres. Prefieren el éxito a la verdad, pero quién no.”
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