martes, 30 de junio de 2015

Los griegos

Los últimos acontecimientos por los que pasan los griegos y que los llevarán el domingo a un referéndum, vienen provocándome sentimientos diferentes, incluso encontrados y contradictorios.
Me vienen a la memoria aquellos sesudos y ¿clarividentes? análisis que hace más de cuarenta años ya hacíamos para entender lo que entonces llamábamos países subdesarrollados, lo que luego sería el Tercer Mundo: la responsabilidad y el robo descaro de los países llamados desarrollados, la necesaria implicación y culpabilidad de las élites económicas y políticas de los países dependientes,…
Posiblemente podríamos recoger buena parte de aquellas teorías usadas para entender la relación Norte-Sur a nivel mundial, para aplicarlas a esa misma división en su dimensión europea. Posiblemente.
Recuerdo que el pasado 12 de mayo, en este mismo blog comentaba yo la última novela de P. Márkaris. Uno de sus párrafos, que entonces trascribía, es el marco tanto de los sentimientos como del referéndum. Decía así:
“En el centro de Atenas la miseria salta a la vista. […] En el centro de Atenas a cada paso te topas con gente que rebusca en los contenedores de basura. […]  En el centro de Atenas ya hace tiempo que la gente se ha lanzado a las calles”
Por un lado, se provoca en mí la envidia. Resulta que esta vez los ciudadanos tienen la posibilidad de decir lo que quieren, de manera que comprometen su propio gobierno. Es decir, esta vez son los ciudadanos los que van a decidir sobre su futuro (una parte de él). No se lo van a dar decidido. Y eso, además, significa que acertaron en las últimas elecciones: es decir, que no eligieron a los que iban a hacer de su capa un sayo, tomando cuantas decisiones afectaran a sus electores sin contar con ellos.
Por otro lado el peso de una gran responsabilidad. No sólo tienen la posibilidad, también tienen la obligación. Moral, claro. Porque creo que éticamente ese domingo no tiene cabida la abstención política. Enorme dilema (por lo que dicen).
Y, luego, están un montón se sentimientos “menores” provocados por “lecturas ajenas a las oficiales”:
Resulta que a Alemania en 1954 le condonaron la mitad de la deuda que arrastraba desde la Segunda Guerra ( y no había pagado las de la Primera):
“Y, por supuesto, para creer, como nos dicen, que lo que se plantea es que un país, en este caso Grecia, haga efectivos sus compromisos y pague sus deudas. Si esa fuese la cuestión, Alemania (que es la potencia europea que más deudas ha dejado de pagar en el último siglo y a quien más se le han perdonado) comenzaría a saldar las muy cuantiosas que tiene con Grecia desde la última guerra mundial”
“Es una barbaridad que se preste dinero a alguien que está quebrado. Sin embargo, cuando Grecia estaba quebrada como consecuencia de lo que acabo de señalar, la Troika le obligó a solicitar préstamos que se sabía que, lógicamente, no iba a poder pagar. Otro contrasentido que solo puede explicarse porque dar crédito es el negocio de la banca internacional y porque esa era la manera de salvar a los bancos europeos que irresponsablemente habían financiado las políticas corruptas de los anteriores gobiernos griegos en connivencia con la banca internacional que auditaba y respaldaba el engaño”.
Podéis leer todo esto y más en el interesantísimo:
Y en este desorden reflexivo una última idea: el valor-miedo-desconcierto-paralización que algunas palabras o ideas son capaces de albergar, de aturdirnos porque nos creemos, sin más, no su contenido lógico, sino los demonios que allí se ocultan. ¿Alguno de vosotros (confieso que yo no) es capaz de decirse o decirnos con claridad que significa eso de “salir del euro”? ¿Es algo bueno o algo malo? He leído a economistas que dicen que quizás sea bueno. Pero no he entendido mucho. Lo confieso. “Los griegos se salen del euro” se dice como una amenaza, para ellos y para nosotros y el tono cómo se dice nos paraliza, desconcierta, atemoriza.

Bueno, las vacaciones no han hecho más que empezar. Sed todo lo felices que podáis.

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