Javier Pérez de
Albéniz en “El descodificador” (un blog de Vanity Fair
recomendado en mi propio blog en la columna de la izquierda), escribe esto:
Escrache
Un presidente del Gobierno
que miente repetida y descaradamente, incumpliendo tanto su programa electoral
como su compromiso de transparencia, es el representante legítimo del pueblo.
Un presidente de la Xunta que se reúne con un narcotraficante en el yate
de este último es un adalid de la democracia. El presidente de un banco que
quiere poner en la calle a la familia del trabajador en paro, porque no puede
afrontar el 25% de la hipoteca que le falta por pagar, es un emprendedor. El
rey que ama tanto España como para cobrar comisiones y tener cuentas en Suiza
es un garante de las libertades. El ciudadano que por la calle llame “¡sinvergüenza!”
a cualquiera de los cuatro individuos anteriormente citados es un peligro
social, un acosador y un filoterrorista.
Podéis leerlo entero
(y merece la pena) en: http://www.eldescodificador.com/2013/04/01/escrache/,
Y para completar el asunto del escrache lo que sigue:
Acabo de terminar “Peores maneras de morir”, de Francisco
González Ledesma, la última novela (¿por ahora?) del comisario Méndez. Me he
prometido a mí mismo leer las anteriores de la serie. Esta hace el número 11.
Novela negra de las buenas.
Méndez es un investigador full-time, sin horario ni
descanso, bordeando siempre la ley (pero, por el otro lado, por el la
ilegalidad; es decir: a veces llega a ser legal). Y, sin embargo profundamente respetuoso
con la ley… de la calle, una ley en la que él cree. La calle de verdad, no la
de la estadística del ayuntamiento.
Se mueve en una Barcelona que nada debe tener que ver con la
del turismo, a no ser que por turismo entendamos ese desplazamiento geográfico
de los inmigrantes sin, generalmente, papeles, el de las viejas (o nuevas)
prostitutas que deben cambiar de barrio cuando la ciudad se mueve, o el de las
mujeres, generalmente, del Este que deben pagar con la esclavitud sexual (y con
el resto de las otras esclavitudes) su temerario deseo de vivir su libertad en
un país más “interesante” que el suyo.
Todo eso y más: intriga de la buena, prosa desmedida y
hermosa, acción, reflexiones, críticas, un entorno en crisis, la sempiterna
proximidad de un pensamiento fascista, …
“Lo que menos
perdonaba Méndez era que a una persona joven le asesinaran la esperanza”
“Recordaba las mujeres
quietas ante la barra, esperando que alguien las eligiera. Pero al menos eran
libres, pensaba Méndez. ¿Libres…? ¿Alguien fue libre en los años de la opresión
y el hambre?¿Cuántas historias no serán contadas jamás, pese a estar escritas
en las cortinas y las sábanas, marcadas en los ojos e impresas en las lenguas?
“Lo que estaba claro
para él era que no creía en las leyes de los tribunales tanto como en las leyes
de la calle. Quiso dejar de pensar, pero no pudo. Las leyes de la calle…”
A por ella, sin dudarlo.
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