martes, 2 de abril de 2013

Escrache y "Peores maneras de morir"



Javier Pérez de Albéniz en “El descodificador” (un blog de Vanity Fair recomendado en mi propio blog en la columna de la izquierda), escribe esto:
Escrache
Un presidente del Gobierno que miente repetida y descaradamente, incumpliendo tanto su programa electoral como su compromiso de transparencia, es el representante legítimo del pueblo. Un presidente de la Xunta que se reúne con un narcotraficante en el yate de este último es un adalid de la democracia. El presidente de un banco que quiere poner en la calle a la familia del trabajador en paro, porque no puede afrontar el 25% de la hipoteca que le falta por pagar, es un emprendedor. El rey que ama tanto España como para cobrar comisiones y tener cuentas en Suiza es un garante de las libertades. El ciudadano que por la calle llame “¡sinvergüenza!” a cualquiera de los cuatro individuos anteriormente citados es un peligro social, un acosador y un filoterrorista.
Podéis leerlo entero (y merece la pena) en: http://www.eldescodificador.com/2013/04/01/escrache/

Y para completar el asunto del escrache lo que sigue:
Acabo de terminar “Peores maneras de morir”, de Francisco González Ledesma, la última novela (¿por ahora?) del comisario Méndez. Me he prometido a mí mismo leer las anteriores de la serie. Esta hace el número 11.
Novela negra de las buenas.
Méndez es un investigador full-time, sin horario ni descanso, bordeando siempre la ley (pero, por el otro lado, por el la ilegalidad; es decir: a veces llega a ser legal). Y, sin embargo profundamente respetuoso con la ley… de la calle, una ley en la que él cree. La calle de verdad, no la de la estadística del ayuntamiento.
Se mueve en una Barcelona que nada debe tener que ver con la del turismo, a no ser que por turismo entendamos ese desplazamiento geográfico de los inmigrantes sin, generalmente, papeles, el de las viejas (o nuevas) prostitutas que deben cambiar de barrio cuando la ciudad se mueve, o el de las mujeres, generalmente, del Este que deben pagar con la esclavitud sexual (y con el resto de las otras esclavitudes) su temerario deseo de vivir su libertad en un país más “interesante” que el suyo.
Todo eso y más: intriga de la buena, prosa desmedida y hermosa, acción, reflexiones, críticas, un entorno en crisis, la sempiterna proximidad de un pensamiento fascista, …
“Lo que menos perdonaba Méndez era que a una persona joven le asesinaran la esperanza”
“Recordaba las mujeres quietas ante la barra, esperando que alguien las eligiera. Pero al menos eran libres, pensaba Méndez. ¿Libres…? ¿Alguien fue libre en los años de la opresión y el hambre?¿Cuántas historias no serán contadas jamás, pese a estar escritas en las cortinas y las sábanas, marcadas en los ojos e impresas en las lenguas?
“Lo que estaba claro para él era que no creía en las leyes de los tribunales tanto como en las leyes de la calle. Quiso dejar de pensar, pero no pudo. Las leyes de la calle…”
A por ella, sin dudarlo.

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