No sé si existirá el subgénero “novela sucia”. Nunca
he oído hablar de él, pero habrá que empezar a pensar en crearlo. Cada vez es
más frecuente que llegue a mis manos una novela basada en un crimen “sucio”,
tan sucio que es capaz de manchar hasta el propio concepto de “humano”.
Son novelas que sin perder de vista el ambiente, la
sociedad en la que tiene lugar el crimen, sin dejar de ser críticas con esa
sociedad, ponen el foco iluminando preferentemente a unos individuos que matan
sin ningún objetivo que se encamine a mantener o a adquirir un status social,
político o económico. Simplemente satisfacen sus propios apetitos. Sin embargo,
tampoco buscan un análisis sicológico del criminal.
Son asesinatos generalmente sádicos que buscan el
placer, ensuciando todo lo que de humano pudiera haber en ellos y en sus
víctimas: la pederastia más brutal, el abuso infantil que acaba, incluso de la
manera más cruel y vejatoria, con la vida de quien lo sufre.
Y, si en la novela negra (Markaris, por ejemplo) a
veces llegamos a simpatizar con los asesinos a sueldo, en estas que llamo “sucias”
deseamos que el asesino sea castigado lo más rápido y atrozmente posible.
“Las niñas perdidas” de Cristina Fallaras (novela
ganadora del premio especial del director de la Semana Negra de Gijón, 2011) es una novela de arcadas, para estómagos fuertes.
Irregular, a mi modo de ver: con páginas que se acercan vivamente a la
detective (embarazada y cercana al parto) que debe investigar el asesinato de
dos niñas; y con páginas que guardan tanta rabia que me he perdido un poco a la
hora de seguirlas. A todas esas “instrucciones para matar un pez, un hámster,
un perro…”, sólo le faltan las “instrucciones para matar una niña”. ¿O no le
faltan?
Drogadictos, prostitutas, mafiosos del Este y del
Oeste, grandes profesionales liberales, burgueses adinerados, hombres de
negocios,… todos son corresponsables, co-autores en un grado u otro del crimen
más espantoso. No se salva ni la madre que las parió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario