viernes, 25 de febrero de 2022

La ventana pintada, de José Carlos Somoza

 

Aún me queda por leer alguna otra novela de José Carlos Somoza. Afortunadamente.

Cuando las luces de todas esas novelas, que acumulo aguardando su turno para ser leídas se van apagando, cuando las lecturas de muchas de ellas se van agotando antes de llegar a la página 40, siempre se puede volver a Somoza.

Ya decía yo en otra ocasión semejante (en mi blog el 10 de diciembre del 2013 y a propósito de “Tetrammeron” y el 29 de enero del 2020, a propósito de “Estudio en negro”) lo siguiente:

“Y me daba mucha, llamémoslo, pereza empezarla, porque sabía que, como siempre, Somoza me iba a meter en un mundo diferente, pero, de ninguna manera, ajeno, ya que sus mundos los siento muy reales, muy míos (la mayor parte de las veces sin saber a ciencia cierta el por qué) y sus ecos se me clavan muy hondo”.

Escrita con una prosa bella, de las que gusta leer, "La ventana pintada" va de esto:

“Supe entonces que las cosas no existían sino en la medida en que yo las veía. Descubrí que las distancias, las formas y los movimientos dependían exclusivamente de los ojos. Si esto siempre es válido en la vida cotidiana, aquella noche inolvidable lo experimenté como una revelación. Me sentí viviendo en mis ojos, incluso llegué a creer que había descubierto la pieza final del rompecabezas más completo de todos – la existencia- […] Creí entender todo eso, pero de lo único que ahora estoy seguro es de que no lo razoné: fue un momento exquisito en que me invadieron certezas absolutas, y la ambigüedad y las dudas se eclipsaron por completo”.

Libertad de acceso... a la banca, por ejemplo

 Hace mucho tiempo que no escribo en mi blog nada que no sea la “reseña” de algo que he leído. Tanto que no sabría decir cuánto.

Hay una razón muy sencilla: con la proliferación de las comunicaciones en la Red, cuando pienso que debería decir algo, lo encuentro escrito ya. Está todo dicho.

Así que, si ahora escribo, es porque pienso que hay algo que no se está diciendo, no al menos tan alto y claro como para que me lleguen noticias de ello. Y mira que está de moda este asunto de la igualdad de acceso a la banca (y, en nada de tiempo, a las diversas administraciones, al médico,…)

El tema me ha hecho reflexionar muchas veces.

Y casi siempre que leo algo relacionado con el tema de “la banca como modelo hostil, edadista y excluyente”, comulgando con casi todo lo que allí se suele decir, no dejo de echar en falta un elemento, a mi modo de ver, determinante.

Hablamos sobre cómo “garantizar la  igualdad (el subrayado es mío) de acceso a la Banca”. Pero se nos escapa el asunto de la libertad de acceso a ella. Me explico.

Hoy ninguno de nosotros puede vivir sin la banca. La banca se nos ha hecho imprescindible: sin ella no nos llegaría el sueldo o la pensión, no podríamos pagar la luz, los impuestos, el agua, la calefacción,… Estoy dispuesto a rebajar ese comienzo de párrafo y cambiar el “ninguno” por “pocos de nosotros”, si alguien me hace ver que hay quienes no necesitan de la banca para las actividades citadas.

(Claro está que no vale aquí la categoría de los sin sueldo o sin pensión, la de los que no pueden pagar la luz o el agua, la de los que no saben lo que es una calefacción en casa o la de los que nunca han podido ser perseguidos por no pagar sus impuestos porque no llegan al mínimo requerido. Y, si creéis que hay pocos de éstos, acudid al último informe de Caritas).

La banca se nos ha hecho imprescindible. De otra manera, si alguien me trata mal y yo no le debo nada, antes bien al contrario, le voy a proporcionar su sustento y enriquecimiento (sería fácil traer a colación los miles de millones de euros ganados este año por la Banca Española), de otra manera, decía, me marcharía.

La banca se nos ha hecho imprescindible. Y nuestra libertad ha volado. En las actuales circunstancias, ¿dónde voy a ir? Ya sé: a otra entidad bancaria, distinta mientras me acoge e igual a la anterior en pocos meses.

La igualdad de acceso es uno de los lugares en los que en estos momentos está en juego nuestra dignidad, nuestra ciudadanía y nuestros derechos. La libertad de acceso es un paso más de esa dignidad.

jueves, 10 de febrero de 2022

El método Catalanotti – Montalbano 31, de Andrea Camilleri.

 

Supongo que sigo leyendo al viejo maestro Camilleri, y a su personaje Montalbano, por rendir honores a ambos y por reconocimiento de lo mucho que mi afición a la novela negra les debe.

Pero Camilleri es eso: un viejo maestro, ya fallecido, del que siguen traduciendo al español su obra en italiano. “El método Catalanotti” es la antepenúltima de las aventuras de Montalbano. Así que aún me quedan otras dos.

La novela se apoya en el teatro. Sobre todo en obras de Beckett y de J. B. Priestley, dos de mis admirados dramaturgos de aquellos tiempos en los que leí mucho mas teatro que novela. Tanto que puedo suponer que leí las obras completas de ambos.

Pero, la novela, además de que a mi modo de ver “deforma” a Montalbano  (quizás también él se ha hecho mayor) se centra más en su figura que en la investigación del asesinato o en la del mundo que lo rodea.

Se podría haber quedado en un relato corto, de no más de 50 páginas.

En fin, que si no tenéis nada que reconocer a Camilleri no hace falta que leáis sus últimas novelas.  Si tenéis que  hacerlo, os comportaréis como yo: leeréis ésta y las que faltan de editar en castellano. Es cosa de tiempo.

Mientras, para no perder el gusto que nos dejó hace mucho tiempo, recordadle con este extracto:

Así se pregunta Montalbano:

“¿Qué mundo era aquél en el que la gente no tenía derecho al trabajo, la posibilidad de ganarse el pan honradamente?

¿Y la respuesta del Estado cuando aquellos pobres desgraciados se atrevían a protestar era contraatacar a palos, a porrazo limpio, con gases lacrimógenos, detenciones?

¿Cuántos años hacía que estaba él al servicio de ese Estado?

¿Había trabajado con honradez y con respeto por los demás?

O con este otro:

“- Mire comisario –dice uno de los personajes- Margherita y yo llevamos dos años saliendo. Queríamos casarnos enseguida, pero no hemos conseguido un trabajo mínimamente en condiciones que nos permita fundar una familia, Yo tengo un título universitario y  me saco algo de dinero descargando cajas de pescado. Margherita también acabó la carrera en poco tiempo, pero tampoco ha encontrado nada. Sin trabajo, ¿qué posibilidades tenemos en la vida?.

[…] El comisario, que ante aquellas palabras solamente podía avergonzarse del mundo de mierda que entre todos, él incluido, iban a dejarles a aquellos muchachos, cambió de tema.”

sábado, 5 de febrero de 2022

"La insoportable levedad del ser" y "El intruso"

 

“La insoportable levedad del ser”, de Milan Kundera, no me ha gustado. A pesar de que me llegaba cubierta de fama de ser una magnífica novela.

Quizás sea un magnífico ensayo filosófico. No lo sé. Si se trata de eso, tendría que hacer otra lectura, distinta de la que he hecho, cogiendo apuntes, subrayando a colorines, para luego volcar mi crítica positiva o negativa en lo que Kundera considera leve o en lo que considera pesado, insignificante o significante. Y me temo que no estaríamos demasiado de acuerdo.

Es una ¿novela? culta (no de culto): hay que haber leído mucho, hay que tener frescos desde los primeros griegos a los últimos europeos del siglo XX o de finales del XIX. No es, pese a quien le pese, una novela para disfrutar amablemente.

La historia ¿de amor? vivida a caballo entre la Checoslovaquia de Dubcek o del invasor ruso y la Suiza “libre”, con extensiones a París o EE.UU. no es suficiente para aguantar, a mi modo de ver, el edificio filosófico que se construye sobre ella. =, ¿es que la historia podría no haber existido?

Evidentemente a lo largo de la ¿novela? hay muchas reflexiones interesantes, profundas, dignas de quedarnos con el libro al aire y la cabeza caliente. La ¿novela? tiene el gran acierto de tener varios narradores que completan la historia desde diferentes ángulos, a ratos está muy bien escrita, a ratos a mí me ha resultado insoportable.

Y luego esa verdad recordada varias veces y que tanta riqueza puede tener cuando hablamos de la libertad como la toma de importantes decisiones en importantes momentos (que tampoco son mentira):

“Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que llaman coincidencias”.


“El intruso” es algo más parecido a un alegato político-social que a una novela literaria. Me parece que hay poco relato para, sin ambages, filosofar contra el mundo religioso, personalizado en los jesuitas y a favor del racionalismo filosófico.

Nos encontramos con  una dura crítica al mundo del nacionalismo vasco y al mundo del jesuitismo, que casi se identifican en la novela.

Novela muy recomendada, sí, pero ¿recomendable? Yo no lo tendría tan claro. A no ser para alguien que esté buscando documentos escritos de cómo han sido determinadas cosas en este país hace poco más de un siglo. A no ser para que la lea alguien formado, crítico, capaz de entender que un montón de verdades “como puños” acerca de las posturas religiosas, sociales o políticas con razón vapuleadas no sirven de justificación para otras posturas que en la novela se presentan acríticamente como las que pueden salvar al hombre.

Os dejo tres momentitos de la novela. Podría haber extraído varios centenares, pero con éstos será suficiente:

Casi de rabiosa actualidad: “Bilbao no cambiaba: cada sexo por su sitio. El hombre a los negocios y la mujer sola a la iglesia o a hacer visitas como única diversión”

La visión de una imagen de la Virgen y el Niño hacen que uno de los personajes entusiasmado diga:

“- Cuántas joyas, ¿eh?. Esto sólo se ve en este país. Aquí hay religión y riqueza.

El doctor pensaba involuntariamente en el sucio y doliente rebaño de las minas, calculando en cuánto habría contribuido su miseria a aquellos regalos inútiles, colocados por la fe y la ostentación de unos pocos, sobre un madero tallado.”

“Y continuó el fuerte discípulo de Deusto:

- Los míos no saben leer; no saben nada de libertad, derechos y demás zarandajas, y por esto son felices”

jueves, 23 de diciembre de 2021

Carlos Bassas del Rey

 Las dos novelas que comento a continuación son, respectivamente la segunda y la tercera entrega de la serie sobre el inspector Herodoto Corominas, que escribe Carlos Bassas del Rey.

Empiezo por decir que yo las he leído en desorden y que en este caso (y en el de la mayoría de las series que tienen como protagonista un mismo inspector o inspectora) resulta interesante mantener el orden en que fueron escritas, porque, si bien ello no influye apenas en el desarrollo de la trama, de la investigación propiamente dicha, sí ayuda a ver la evolución del protagonista y de sus allegados (cónyuge, hijos, amigos, …), así como de las relaciones que se van estableciendo o rompiendo entre ellos.

“Siempre pagan los mismos”,


Ya desde su comienzo, y sin pudor alguno, se plantea la importante cuestión que recorre toda la novela, sin que la trama propiamente dicha importe mucho.

¿Qué es un policía? ¿Qué es la policía?: ¿es un instrumento servil de los poderosos para guardar el orden y mantener a raya a los no poderosos o, en palabras del inspector (ya cuando la novela está por acabar) [está el] “Cuerpo nacional de Policía, siempre dispuesto al servicio de España, protector del ciudadano, de la paz y de nuestra democracia”? ¿Es el que va a defender al desahuciado o es el que ejecuta el desahucio y dispersa al vecindario que protesta?

A la novela, a veces se le escapa ese machismo sutil que muy a menudo ha impregnado el género negro: “Sus facciones eran suaves y atractivas, en especial sus ojos negros, y su boca parecía una golosina brillante por efecto del pintalabios. Era una boca excepcional. Rotunda. Densa y carnosa, pero liviana y esponjosa, a la vez”. Ninguna descripción que se le acerque para hablar de un hombre.

  Y una frase de la mujer del inspector (que sí defiende a la desahuciada): “Discrepar? ¿Desde cuándo ha tenido el hombre derecho a eso? – exclamó Laura, sarcástica-. Cuando a uno le da por tener criterio propio, cariño, no le sirves a nadie”.

 

“Mal trago”

Hay una cita de Salvador Espriu que se repite en la novela:

                                        Cada mañana contemplo

                                       dos pies de vencido

                                       dentro de zapatos que ríen.

“Mal trago” es una novela dura, muy dura.

Con un crimen por medio.

Pero la novela habla de la familia, de los hijos, de los amigos, de cómo se van yendo. Habla de la difícil posición del cónyuge, del padre, del amigo. De cómo te vas sintiendo solo, perdido en tu propia historia.

Posiblemente exagerada en algunos (varios) momentos, excesiva en su tono dramático

Y es una novela negra. Negra de las que dan por hecho (ya ni siquiera lo plantean) que la justicia no está para hacer Justicia; de las que saben que quien tiene el dinero tiene el poder y que su impunidad sólo la quebrará la pérdida del dinero.

Es una novela de las que plantean otras formas de castigar el crimen, cuando la justicia no va a llegar, cuando el criminal no provoca ni la menor empatía del lector.

“Mal trago” es una novela dura, muy dura.

Y las dos están muy bien escritas. Por ello se leen de una tirada, resultan atrayentes y bonitas.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Los últimos románticos

 


Leer a Txani Rodríguez venía siendo algo así como obligado. Por la localización geográfica de su lugar de escritura, porque leo, a menudo, sus columnas en la prensa y por su premio literario en Euskadi.

Así que me he embarcado en su “Los últimos románticos”.

Me parece importante comenzar señalando que me ha parecido una novela irregular, una novela que aúna partes escritas con una prosa más que bonita y partes muy vulgares.

Tratándose de una novela sobre los últimos románticos no podía dejar de ser una historia extraña, rara, por su excepcionalidad, porque cuenta sobre algo que según el título ya casi no existe.

¿Es una denuncia crítica de la sociedad? Hay en su novela más de un detalle que hacia ello apunta: los malos tratos infligidos a las mujeres, el profundo desarraigo de los trabajadores que asisten al cierre de sus empresas, el mal estado de los elementos comunitarios de la ciudad,…

Pero, en medio de todo ello, haciendo honor al título, el romanticismo amoroso (victorioso) de una mujer y de un hombre (o, quizás, una voz).

Y en medio de todo ello asuntos tan interesantes como el fuego revolucionario y purificador; el viaje, desnuda de equipaje (que diría Machado); la soledad; la noche;…

No es ni una lectura ni una novela desaprovechada.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Tres novelas

 Quiero dejar este blog, pero no lo consigo. Me tiene atado. Más de un mes sin escribir, tres novelas sin reseñar,… Ahí voy.

La vida es una novela, de  Guillaume Musso

O, quizás, una novela es una vida. Musso ha escrito una especie de “juguete literario”, a modo de puzle, amparándose en aquel viejo dilema de si el autor puede o no inmiscuirse en el relato que está escribiendo hasta convertirse en un personaje más, pasando así de ser el dios que puede manejar a sus personajes como quiere a uno más de los participantes en la historia, que ya no es suya.

Podríamos decir, también, que, por el contrario, está presente el planteamiento de si un personaje puede o no salirse del propio relato para empezar a vivir su vida allí donde la vive el autor.

Y todo eso lo hace de manera bella, con una escritura muy bonita que se apoya en frecuentes citas literarias de muchos otros autores. Musso, da la sensación, o posee una estimadísima base de datos o una memoria prodigiosa, además de un bagaje lector más que poderoso.

 

El lunes nos querrán, de Najat El Hachmi

“Esta es la historia de nuestros intentos fracasados de ser libres adaptándonos al entorno y de la huida definitiva cuando fuimos conscientes de la imposibilidad de conciliarlo todo. Y el relato del vértigo que nos provocó la auténtica emancipación. También el de la soledad más absoluta y el desarraigo más descarnado” - dice la protagonista en sus primeras páginas.

Sin aspavientos, sin medias palabras, sin justificaciones, sin caer en la tentación de echar la culpa a los otros. ¿Quiénes somos los otros?

Escrito en primera persona, con una narradora plenamente comprometida con su propio relato, en diálogo con la persona más cercana a ella misma. No sé si estamos ante una gran novela o ante una mala novela, llena de tópicos llevados al extremo y muy bien escritos. Lo he dudado en algunas partes del relato, pero estoy muy seguro de que es una novela muy interesante, una novela que plantea temas importantes desde perspectivas que, a veces, no nos gustan demasiado.

 

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick

Yo había leído esta novela allá por los años 80 (calculo). Tenía un muy buen recuerdo del gusto que me había dejado. Luego vino la película: Blade Runner. Y unos años después he vuelto al texto más con el recuerdo de lo que vi que de lo que leí.

Eso ha condicionado, de entrada su relectura, introduciendo de principio un cierto pesimismo sobre su calidad.

Y es que su “belleza” literaria se reduce a un estilo frío, sin florituras, a un relato sin matices casi, sin complejidades expresadas como tales.

Luego se va imponiendo como el estilo más apropiado para exponer un mundo en el que hay pocos matices, poca belleza que reflejar y dejando siempre presente en los momentos centrales de la novela su gran pregunta, la pregunta más compleja de toda: ¿cuál es la esencia del ser humano?: ¿en qué consiste la vida humana?; ¿en qué se distinguen un humano y un androide, una persona y una máquina?; ¿dónde están los límites?

Y es que esa es la gran pregunta de la ciencia ficción. En forma de distopía, de thriller, de escritura fantasiosa, o como quiera que el autor la haya escrito, no hay otra pregunta de más calado.

Es cierto que a la pregunta le rodean afirmaciones importantes: los hombres nos dividimos en clases; las mujeres no están consideradas como ciudadanas de primero orden; la empatía no es algo común entre nosotros; nos hemos cargado la Tierra; todos buscamos la libertad;…

Todo eso está en la novela. Y más. A partir de un comienzo que suele ser muy común: “Nadie recordaba hoy por qué había estallado la guerra [la Guerra Mundial Terminal] ni quién –si alguien- había ganado.”.