Escribo en caliente, o al menos “en
noticias recientes”. Sin dejar paso al poso. Sin esperar a que se aclare nada.
Sin tregua a que el pensamiento tranquilice a la emoción. Con la urgencia (nada
urgente para mí) de dar palabra a algunos sentimientos que están aflorando
entre gente que me es muy querida… y respetada.
Me he desayunado con la noticia de
que el Centro Formativo de Otxarkoaga (para mí, siempre Escuela Profesional de
Otxarkoaga = EPO) está siendo investigado por un presunto fraude en la
contratación de los cursos para parados de Lanbide.
Claro que, cuando alguien se ha hecho
viejo, sabe perfectamente quiénes son los investigados, que la EPO no es más
que una forma de nominar a nadie en concreto, pero que tiene quien controla sus
mecanismos porque es de su propiedad. Suena un poco mal decirlo así, pero así
es.
O sea, los investigados son unos señores
concretos, con nombre y apellido, que actúan desde dentro (y desde fuera) en nombre de la entidad propietaria.
Creo conocer suficientemente a los
que allí siguen como para afirmar que ninguno de ellos se ha hecho rico aún. Y
creo tener los suficientes conocimientos acumulados sobre la “naturaleza humana”
(ya sabéis que no existe, que el hombre es historia) como para no tener ninguna
duda de que Robin Hood, cuando robaba, no lo hacía exclusivamente pensando en
los “pobres”. Por algo “el príncipe de
los ladrones” volvió a ser Sir, mientras los “pobres” siguieron siendo pobres,
después de acabar con los déspotas.
Y, por cierto, la ley del sheriff de
Nottingham y del príncipe Juan sin Tierra era ley, pero tampoco era justa.
No, si se entiende la justicia de forma
distinta al aparato que utiliza la ley para convertirse en tela de araña.
A la hora del almuerzo (sigamos en
ambiente inglés) me han llegado un par de wasshaps (si hay faltas de ortografía no os paréies en
ellas y seguid con lo importante) de gente que sigue dando el callo allí
adentro.
Cito textualmente: “Después de un montón de años ahí, éstos se
están cargando todo lo hecho mejor o peor. Y ni pestañean.”
Éstos, me temo, no juegan su partida, sino la de otros. Éstos, me
temo, no son los iniciadores, sino los continuadores de algo que viene de más
lejos.
“Q pasada!
Q
vergüenza!”
Así escrito. En la forma de escritura
de los mensajes por móvil.
Es una pasada. La vergüenza… la
vergüenza espero que la estén sintiendo “éstos”. Aunque no me fío ni un pelo de
que así sea. Habrá balones fuera, habrá “no se ha entendido bien”, habrá “igual
cometimos algún error”, habrá “no podemos llegar a todos los detalles
administrativos y se le habrá colado a…”, habrá… Los “habrá” son tan
incontrolables, la mente de los humanos tiene tal capacidad de engaño y de
autoengaño, el lenguaje admite tanta cantidad de juegos, que lo que no habrá
será culpables, ni giros en la dirección hacia la que se camina, ni claridad,
ni…, cuando menos, alternancia en los responsables de que la EPO vuelva a ser
uno de los lugares más indicados para que aquellos, que han sido maltratados
permanentemente, desde niños, por el sistema educativo puedan resarcirse,
demostrar lo que valen, educarse mientras educan a sus educadores, y salgan al
mundo del trabajo con la suficiente preparación como para no estar condenados a
ser siempre, eternamente, la carne de cañón que nuestra industria o nuestro
comercio necesitan para que, quienes tienen el capital, sigan forrándose
impunemente.
(Me estoy dando cuenta de que esto de
los puntos suspensivos es una gozada; permite no tener que terminar nada y dejároslo
a vosotros. Como en “Patria”).
Así que termino en puntos
suspensivos, es decir, en la invitación abierta a que no calléis…