jueves, 31 de marzo de 2016

Belfondo


He terminado “Belfondo” de Jenn Díaz. Comencé leyendo “Es un decir” (agoto de 2014), que me gustó mucho; no pude terminar su “El duelo y la fiesta”, y ahora sí he terminado “Belfondo”, su primera novela, escrita con 22 años. Precoz ella.
Belfondo se lee muy fácil, así que es difícil no terminarla, pero a mí, no ha acabado de engancharme en ningún momento. Se parece a una colección de cuentos, con algunos rasgos en común, y, como tal, algunos de sus episodios resultan más logrados que otros, pero sin ninguna brillantez.

Para este tiempo de “vacaciones” no merece mayor exigencia de tratamiento.

domingo, 20 de marzo de 2016

La tierra que pisamos

“La tierra que pisamos”, de Jesús Carrasco, me ha parecido una magnífica novela. En línea con
aquella otra: “Intemperie” (en este blog el 22 de septiembre del 2014), es una novela “rara”, extraña.
Te hipnotiza para que sigas adelante, aunque continuamente sientas un runrún de que estás leyendo algo absurdo, inconcebible; aunque, a veces, te tengas que parar (o seguir adelante hasta que se aclare) para saber quién está escribiendo en ese momento, quien es el narrador, en qué momento cronológico del relato estamos; aunque no sepamos si la mujer está contando una historia que conoce o se está inventando la historia de un hombre que no tiene otra. Y todo eso en el paisaje de una ucronía.
No os asustéis, una ucronía (yo también he tenido que aprenderlo ahora) no es más que “una reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos”. O sea, algo que podría haber ocurrido (aunque sólo ocurre en la cabeza del autor y lo utiliza para contarnos su historia): a mediados del siglo 20 (o quizás en los finales) los alemanes han invadido y conquistado España. Pero, no esperéis nada parecido a la ciencia ficción.
Y, por debajo de todo eso, la “rareza” mayor: todos somos parte de la tierra que pisamos  y, si el invadido lo aprende con dolor y muerte, el invasor lo aprende también, con dolor y muerte, abriendo los ojos, los oídos, los sentidos todos a la posible historia del invadido.
Es un poco lío. Y lo malo es que esto que escribo no sé si os va a animar. Pero, termino como he empezado: “La tierra que pisamos”, de Jesús Carrasco, me ha parecido una magnífica novela.

Y se lee de tirón.

lunes, 14 de marzo de 2016

Spotlight y Rosy & John

Este fin de semana he visto Spotlight, de Thomas McCarthy, 2 Premios Oscar este mismo año: mejor película y mejor guión original (lo que para mí no suele ser una muy buena recomendación).
Muy buena interpretación, ritmo que no deja decaer la atención a lo largo de sus más de dos horas de duración, bonita fotografía, aunque los exteriores sean escasos, … Podría seguir enumerando algunos aciertos técnicos más.
Pero, lo que de verdad impresiona es el asunto que trata. Narra la investigación que un equipo de periodistas de un diario pequeño de Boston hace de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos en la Iglesia Católica de Boston.
El asunto es conocido, pero ir siguiendo a lo largo de esas dos horas el desarrollo de la mancha del abuso, que empieza con un “curita”, y termina salpicando a un número considerable de sujetos, hasta involucrar a un 6% del clero de la ciudad… eso impresiona.
La película no se queda (afortunadamente) en la narración de unos hechos aislados. La denuncia va, más bien, por el camino de la Iglesia Oficial, representada en este caso por el Arzobispo y por la consideración de que este ataque, este abuso ejercido sobre niños, es algo sistémico en la Iglesia, es decir, pertenece al propio sistema, a la propia esencia de la Institución. Que, por otra parte, controla, domina y sojuzga a una buena parte de la sociedad.
Echo en falta una mayor profundización en las causas de semejante  tragedia, más allá de las razones de tipo individual que hacen hincapié en la personalidad de los abusadores.
Vedla, en cuanto podáis.

También este fin de semana he acabado de leer "Rosy & John" de Pierre Lemaitre : una novelita corta, quizás excesivamente corta, pero de gran calado argumental y de un desarrollo inteligente, directo, rápido, que te deja sin resuello hasta acabarla.

A este paso, si no lo ha hecho ya, Camille Verhoeven entrará en el Parnaso de los detectives 

miércoles, 9 de marzo de 2016

9 de marzo

También hoy es un buen día para que mujeres y hombres lleguemos a ser iguales, iguales en posibilidades (para empezar), iguales en derechos, sueldos, respeto, seguridades,…
Recuerdo una anécdota (¿anécdota?) de este pasado lunes. Yo había salido a andar, aunque llovía. Y, porque llovía, mi atuendo era oscuro, abrigado, cerrado y me movía bajo un paraguas pequeño que me tapaba de la lluvia. Mi aspecto no sería muy recomendable, pero tampoco nada lejano del de un señor jubilado que sale a dar su paseo diario, un día que llueve.
Ya de vuelta, subía yo por Zabalbide camino de Santutxu. Por suerte, el mayor desnivel se puede salvar utilizando una doble rampa mecánica y unas escaleras también mecánicas.
Cuando subí a la rampa, delante de mí iba una señora, latina de unos cincuenta años (como pude comprobar cuando la adelanté antes de llegar a la escalera). Yo notaba que ella no iba tranquila. Detrás de mí –casualidad- no venía nadie. Parecía la secuencia de una película de miedo, en la que una mujer es perseguida por un facineroso. Ciertamente podía parecerlo, aunque yo, protagonista de la escena, sabía muy bien que no había nada de eso.
En el primer tramo de rampa ella tuvo tiempo de volverse (a medias) para ver “lo que pasaba”. En el segundo tramo, estiró su jersey por detrás para proteger su cuerpo y comprobó que llevaba el bolso bien cerrado y agarrado.
Yo no podía hacer nada, salvo adelantarla en el primer momento posible, sin que ello le causara más inquietud.

Esto no es una película. Esto sucedió anteayer. Sin ir más lejos. Así que hoy sigue siendo un buen día para que mujeres y hombres lleguemos…

jueves, 3 de marzo de 2016

La tristeza del samurai

Antes ya de que Víctor del Arbol hubiera sido premio Nadal 2016, había conocido yo algunas críticas que hablaban muy bien de sus novelas. Alguna de ellas llegaba a ponerle a la altura de Carlos Zanón (no confundirlo con Zafón, repito). Así que…

He leído la que más éxito ha tenido hasta ahora. Tanto que, sin que yo lo supiera antes de empezarla, es un best-seller. Algún blog llega a decir que “La tristeza del samurái” es uno de los mejores libros de 2014.
Pues a mí no me ha gustado. Se lee, claro. No es muy difícil hacerlo. Pero está como envuelta en una atmósfera de incredulidad. Es tan exagerada, tan desmesurada, que resulta inverosímil.
Y llega hasta tal punto que (como si al autor le diera una cierta vergüenza) uno de sus personajes se adelanta al juicio del lector, afirmando tajantemente que, aunque no lo parezca, la historia que se narra es así. Pero, claro, el personaje está al servicio del relato y del autor.

No me ha gustado. No le demos más vueltas. Me quedaré sin leer el premio Nadal 2016.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Oratoria

Como todavía es tiempo de que en Madrid debatan sus posturas descamisados y encorbatados y se digan de todo (nada agradable, por cierto) y como ésta, si lo es, es una tribuna chiquitita y alejada, uno, o sea yo, puede “largar” sin que las palabras le comprometan demasiado.
Estaba yo hace un rato resintonizando mi aparato de televisión, porque los de Euskaltel me regalaron hace tiempo un decodificador y ya nos hemos convencido de que sólo sirve para que ver la tele sea más difícil (bueno, creo que me da algún canal más, de esos que nunca he visto), estaba en lo de la tele, digo, y empezaba a hablar Pablo Iglesias.
Por lo que he comprendido era su segunda intervención. Y no he podido dejarla de lado. Ni esa ni la tercera (que menudo tomate ha organizado relacionando a Felipe González con la cal viva).
La verdad es que lo que decía –ya lo dije ayer- eran cosas sabidas. Pero, el tono, el guirigay, el cómo ha metido el dedo en el ojo de Sánchez por sus formas, la facilidad de palabra y la rapidez de enganchar asuntos que no van en  los apuntes, los dardos directos y explosivos, las verdades como puños, dichas como puñetazos,…
“Este chico”, con todo el respeto de un viejo jubilado, puede hacer que vuelva a ver la retrasmisión de los debates en la Cámara. Pero, me asalta la duda de si será él quien hable una vez pasada la investidura. Porque, creo, el portavoz es Errejón. Y ahí la cosa pierde muchos enteros.
La oratoria, si no depende de los genes,  si es algo que se aprende, empieza a cogerle a uno desde muy pequeño. Es ella la que te coge. Y, cuando pasó a su lado, Pedro no estaba atento. Aburre más que Rajoy. (Sólo estoy comparando las formas, que se entienda bien). Pero Pablo sí que estaba atento. La aprovechó casi toda. Y en cuanto domine los cambios de velocidad en el discurso, dará gusto oírle.

¿Nos lo dejarán como portavoz de la oposición si Pedro es investido con la abstención del PP?.

martes, 1 de marzo de 2016

Por una porra

Pensaba yo esta mañana lo difícil que resulta mantener un blog, porque cada vez hay menos que decir. O lo que es lo mismo: cada vez hay más gente que dice (afortunadamente) y cada vez hay menos sobre lo que decir ya que los temas se repiten una y otra vez: corrupción, pactos, enriquecimiento inmoral,… y algunas cosas sobre educación.
Pero, esta noche una “porra” de “el diario.es”, que permitía retratarse en lo que uno cree que va a pasar en dos días, me ha llevado a rellenarla. El caso es que cuando he querido “publicarla”, mandársela a alguien, me he tropezado con la realidad, cada vez más real: había que hacerlo a través de facebook. Y ahí estoy perdido. (Tengo que actualizarme un poco).
Así que me “retrato” aquí: va a gobernar la derecha (o sea Pedro Sánchez) con los votos de Ciudadanos (por supuesto) y la abstención (lograda por los pelos un poco antes de acabe el plazo) del PP. Y si no lo veremos.
Ah! ¡qué buenos fueron Zapatero y Rubalcaba! ¿Será verdad que los que vienen detrás siempre te hacen mejor?
Leía (ya no sé dónde ni a quién… y que me lo perdone el autor, porque me parece muy mal no citarle) que cada vez resulta más difícil ser socialista y militar en el PSOE. Me recuerda a cuando en los años 70-80 del pasado siglo se decía que resultaba casi imposible ser cristiano y pertenecer a la Iglesia católica. Y ahí están ambas instituciones, Con individuos que “disfrutan” de su permanencia y militancia, aunque no puedo negar que algunos sigan militando con y desde el “dolor”, sin sentirse nada cómodos.

Siempre queda algo por decir. Aunque nos repitamos.