sábado, 28 de febrero de 2015

Dicen que ha dicho

Invierno. Largo y duro, este invierno. Lluvia, hasta la inundación, frío, hasta la congelación, y nieve, nieve hasta decir basta. Y, acompañando,  ralentización del ritmo, ya pobre de por sí, de las obras de la casa, una espalda y una pierna doloridas y molestas, y el alejamiento de Laura y Mikel hacia otras tierras, hacia otras oportunidades.
Que llegue ya la primavera; que se calienten las tierras, el aire y mis huesos, que se empiecen a ver los frutos de la partida y se hagan patentes los frutos de las promesas. Que se vislumbren pronto nuevas formas de la cercanía.



- Dicen que ha dicho…
- Pero, usted ¿se lo ha oído decir?
- No, yo no. Pero dicen que ha dicho…
- Igual no es verdad. Yo precisamente le he oído decir algo bien distinto, casi lo contrario
- Ya, ya. Si yo no digo nada. Sólo que dicen que ha dicho. A lo mejor no es verdad.
Esta parodia de diálogo la he repetido varias veces en poco tiempo. “El que ha dicho” nunca resulta ser un dirigente de los partidos aún mayoritarios, ni un jefe de estado, ni el director de un banco, ni el mandamás de una iglesia, ni nadie con poder.
Siempre es alguien que parece molestar.
Yo no oculto mis simpatías por Podemos. Simpatías, que no ingenuidades. He vivido ya lo suficiente como para haber aprendido que del dicho al hecho… He tenido a lo largo de la vida suficientes salvadores como para no creer a nadie que venga a liberarme, como para no creer más allá de lo que entre tú y yo podemos hacer.
Pero, es tal la antipatía ante lo conocido en política (en la real, no en la de las declaraciones), que mi simpatía sólo puede inclinarse hacia quien la critica.
Y no va más allá de la simpatía porque aún no he visto desarrollar los elementos que permitirían cortar de raíz cualquier deslealtad con lo prometido, cualquier corrupción, enriquecimiento, poder,…


El invierno me tiene muy comidas las ganas de escribir.
La realidad cotidiana me empuja a hacerlo.

Así que hoy paréntesis a la desgana y unas líneas apoyadas en algunas conversaciones favorecidas por el calor de una sala desde la que se ve la nieve, pero no se siente el frío.

lunes, 16 de febrero de 2015

Salvad mi ignorancia

Estoy seguro de que alguno(s) de vosotros puede paliar mi ignorancia a poco que se esfuerce en mandar un comentario a esta entrada. Por eso me animo a hacerla.
Las pasadas navidades me regalaron un estupendo lector de libros electrónicos. Yo ya tenía uno, pero era muy pobrecito en prestaciones. Y quería uno que fuera táctil. El que me han regalado lo es (una maravilla) y, además, tiene luz propia, wifi y un montón de adelantos que aún no he explotado, ni casi conozco. Como casi todo el mundo, a medida que se me ocurre que me vendría bien una “aplicación”, busco a ver lo que encuentro. Porque lo de leerse un manual…
A lo que iba, en el pack del regalo venía la posibilidad de acudir gratuitamente a una biblioteca durante unos meses y coger de allí lo que me interesara. Sólo el “aburrimiento” me llevó ayer hasta esa página, seguro como estaba de que allí no encontraría nada de mi interés.
Pero, oh sorpresa, hete aquí que me encuentro con un libro de relatos nada menos que de Leonardo Padura. Un libro del que yo no tenía ni noticia. Así que me lo baje a mi aparato. Y aquí viene mi ignorancia. La que podéis paliar.

Leo perfectamente el libro. Pero, ¿dónde está? He recorrido mi lector un par de veces y ni rastro. Me he dicho: claro, como tiene wifi, el libro está en “la nube”. Así que he desconectado el wifi… y he seguido leyendo como si tal cosa. O sea, ¿dónde está?
Qué listos son: me dejan leer (porque lo he pagado), pero no puedo hacer nada más con él. No sé durante cuánto tiempo lo tendré a mi disposición. No me he enterado. Pero, ¿lo tendré para siempre? Y si le llego a decir que quería leerlo en mi ordenador, ¿lo tendría aquí disponible?
Por favor. Pido sopitas: ¿dónde está el libro de L. Padura?
En todo este proceso he aprendido-recordado tres cosas: Padura escribe maravillosamente bien; sería bueno hacer un poco más de caso a los manuales y no enchufar y ¡hala! a por él; y tres: siempre nos venden aparatos que hacen más cosas que las que queremos, pedimos, o necesitamos. Es la traducción tecnológica de aquel:
- ¿Cuánto quiere?
- Póngame 200 gramos.
- Me he pasado un poco. ¿Se lo dejo así?

- Bueno, bueno, déjelo.

sábado, 14 de febrero de 2015

Alex

“Alex”, de Pierre Lemaitre
Novelón 

Ciento y pico páginas de “novela sucia”. Sucísima. Menos mal que me inventé el término.
Le sigue otro montón de páginas de “novela policial”. De las de policía-detective-investigador. Con toda su parafernalia: tipo “distinto”, desobediente, intuitivo, con problemas familiares; juez fuera de la realidad”;…
Se mezclan con más novela más que sucia, guarra.
La novela te mete desde el principio en una ruta por la que caminas con una cierta comodidad, y, cuando ya te sientes seguro del terreno que pisas, zás, giro hacia no se sabe dónde. Y cuando te has habituado al giro, nueva esquina. Y así no menos de cuatro veces.
Y tú vas por donde el autor te marca y no pierdes detalle, y te va cayendo la baba de belleza, tensión, deseo de saber, simpatías que aparecen y desaparecen, y descubres ramalazos de la mejor novela negra, como si fuera un horizonte que no se toca, pero se tararea, …
Para terminar en una conversación entre el poli y el juez que culmina apocalípticamente con una frase que no citaré textualmente, porque tendría que buscarla: “a nosotros no nos importa la verdad. Lo que nos importa es la justicia”
Novelón.
Ahora mismo se la mando a un par de amiguetes. Pero, si alguno más la quiere…


martes, 10 de febrero de 2015

Premios: esta vez de cine

La noche del sábado pasado seguí por televisión la entrega de los premios Goya del cine español.
No es frecuente que yo siga este tipo de galas. No me interesan casi nada. Como mucho leer los resultados en el periódico del día siguiente. Por estar enterado.
Pero, esta vez, ocurría  que la noche anterior, la del viernes, había visto “La isla mínima” y hace un tiempo “El niño”. La curiosidad, pues, tenía una base y un poco de morbo.
Ya sabéis todos que “La isla mínima” cosechó (hermoso verbo, cuando el campo está cubierto de nieve) 10 premios.
A mí la película me había parecido que estaba bien. Sin más. Bonitos paisajes, una trama que mantenía el interés, una buena interpretación, algún coletazo social, … y, en su debe, lo “social” (contexto de huelga, emigración del pueblo a la ciudad, policías “castigados”, juventud sin futuro,…) como cogido por pinzas; sin enganchar nunca de verdad en la trama, con muchísimos agujeros, saltos sin justificar, atentados contra la coherencia. En su debe, personajes tan estereotipados que te los sabes.
Pues eso, que me había parecido una peli “buena para pasar un rato ameno sin demasiadas exigencias".
Si ésta es la mejor película que el cine español rodó en 2014… Si este guión es el mejor…
Hay otro comentario de esos premios: mejor actriz de reparto, Carmen Machi. Aquí es donde los premios (de cine, de novela, de…) me producen retortijones. ¿Qué pinta la Machi en una denominación a mejor actriz de reparto (o sea, para los que no son los protagonistas)? ¿Qué le añade ella a semejante premio?; y, más grave: ¿qué le añade el premio a su carrera de actriz? Es como si en un partido de la ACB, Pau Gasol jugara diez minutillos sin salir en el cinco inicial y luego le dieran el premio al mejor valorado de los que salen del banquillo.

Pues eso. Sospeche usted una vez más, otra, de los premios de cualquier industria, aunque esa industria sea cultural, es decir, chupe de la cultura.

lunes, 2 de febrero de 2015

Canta sólo para mí

Cuando en una misma novela se juntan un autor renombrado y un premio bien dotado,...mal asunto. Casi siempre se trata ( o así me lo parece) de que el autor está "haciendo caja", en lugar de literatura, y el premio está pagando servicios, cuando menos, extraños.
Lara murió la semana pasada, así que por "respeto al difunto" no llevaré más lejos mis sospechas. El tonto soy yo que tropiezo en la misma piedra.

"Canta sólo para mí" de Nativel Preciado, premio Fernando Lara 2014, tiene tan poca sustancia, es tan ligera que se asemeja a una sopa de letras  (sopa de sopa, de aquella que odiaba Mafalda y no la de los pasatiempos). Ni un poquito de grasa, puro caldo desvaído con un poquito de pasta.

Claro está que su digestión es tan sencilla, que te puede pasar como a mí, que termines por leértela entera.

No la empieces

La D.G.T a su servicio

Nieve… la que nos cayó ayer.




Paisajes bonitos… los que rodeaban ayer a Medina.
Y miedo… el que pasamos volviendo a Bilbao: carretera sin ningún cuidado en medio de una copiosa nevada, que llevaba todo el día, quitanieves sólo en dirección contraria (o sea, en la que no había tráfico), hielo, patinaje sobre ruedas, coches en la cuneta… Casi dos horas para hacer 40 kilómetros (en el resto no había nevado).
La de veces que he visto yo guardia civil de tráfico en esa carretera (Bilbao-Medina). Este pasado fin de semana había alertas, avisos… Lo que no había era nadie que ayudara a los automovilistas. Y eso que hice el viaje tanto el sábado (ida y vuelta) como el domingo (sólo vuelta).
Menos mal que no conducía yo (mi coche se quedó aparcado en Medina), porque en caso contrario el atasco hubiese sido de campeonato.
Al llegar a casa me esperaba la notificación de una multa por exceso de velocidad, en esa misma carretera, en otra fecha. Aquel día (hace apenas 15) hacían –digo yo- caja para poder protegernos mejor cuando hay que hacerlo ( o sea, ayer).

Como siempre, soy muy capaz de distinguir entre los trabajadores (¿1.000 € de sueldo?) y los que organizan el trabajo-servicio (¿un poco más de 1.000€ de sueldo?). Hacedlo también vosotros. Que no nos engañen.